EL RITMO DE LOS GENES
En esta entrada no voy a hablar de farmacogenómica en concreto pero si de
unos hallazgos que en mi opinión condicionarán en un futuro la forma de diseñar
ensayos clínicos asi como la administración de determinados fármacos.
El Premio Nobel de Medicina del pasado año 2017 recayó en tres
investigadores Hall, Rosbash y Young (en la imagen) por su contribución al
descubrimiento de los mecanismos moleculares que regulan los ritmos biológicos,
en concreto observaron que los niveles de la proteína PER codificada por un gen
identificado en el año 1984 y que
denominaron “period” mostraba oscilaciones en períodos de 24h y lo
significativo es que esos niveles de proteína condicionaban a su vez la actividad del gen de forma que se
producía un mecanismo de autorregulación en la expresión génica a nivel celular
(actualmente conocemos 3 genes PER, el PER1
situado en el cromosoma 17 y los PER 2 y PER 3 situados en los
cromosomas 2 y 1 respectivamente así como muchos otros denominados genes
“reloj”).
Los ritmos biológicos forman parte de nuestra vida, los más conocidos son
los ciclos sueño-vigilia o los menstruales, pero existen muchos otros menos
conocidos como los que afectan a la síntesis de hormonas endógenas de los
cuales y solo a modo de ejemplo
mencionamos la ACTH, la TSH o la hormona luteinizante. Hasta ahora sabíamos que
el reloj circadiano en los mamíferos se localizaba en el hipotálamo medial a
nivel de núcleo supraquiasmático, sin embargo como veremos las cosas no son tan
sencillas.
Hace escasos días se ha publicado
en Science ( 8 de Febrero) y cuyo primer autor es Ludovic S. Mure, un
estudio dirigido por el Instituto Salk en colaboración con el Instituto de
Investigación de Primates en Nairobi en el cual utilizando secuenciación de ARN
comprobaron que cada tejido expresaba los genes en función de las diferentes
horas del día.
El número de genes que presentaban estas oscilaciones variaba en función
del tipo tisular siendo máximo en la corteza prefrontal. El patrón más habitual que observaron era aquel
en el cual el proceso de transcripción (el paso de ADN a ARN para que se
produzca posteriormente la producción de la proteína) tenía el momento de mayor
actividad a primera hora de la mañana y al final de la tarde disminuyendo durante
la noche.
Uno de los hechos que más nos sorprende es que más del 80% de los genes que codifican
proteínas tienen ciclos rítmicos en esa producción y esta varía a lo largo de las diferentes horas del
día.
Todos estos hallazgos van a contribuir de forma importante a profundizar en las bases moleculares por las cuales los procesos
disruptivos en los ritmos circadianos puede afectar a determinadas enfermedades
como son las enfermedades cardíacas o las oncológicas entre otras y en farmacología de
igual forma al poder elegir el momento del día donde la administración de
ciertos fármacos sea más eficaz especialmente a aquellos que actúan selectivamente
frente a determinadas proteínas en donde puede pensarse a priori y a falta de
futuros trabajos de investigación que si se administran cuando los niveles de
proteína son más altos debieran tener una mayor eficacia terapéutica.
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